Pido que no me miren bien,
pido que no me miren mal.
Yo pido, pues, que no me admiren

yo pido, pues, que no me sigan
que sólo estoy cantando un poco
por cantar.
Pido una noche bien sencilla,
pido una noche bien humilde
para mí.
Pido una noche bien pequeña
para estar
solo.

Quién me lo iba a decir
cuando buscaba junto al mar
caracoles de dolor.
Si me llegan a conocer
por aquel tiempo
¡Ay, de mí!
Hubiera sido hazmerreír
y no yo.
Y todo es culpa de mis manos
—no han visto de cerca mis manos—
aún son de metal
duro y blando como yo.

Quién quiere hoy venirme a ver,
quién quiere sentirme dormir,
quién me quiere conocer,
quién me va a decir que me conoce
y pondrá sus manos al fuego
para quemarse hasta el recuerdo.

Quién quiere feria con desastre,
quién quiere un beso del recelo,
quién quiere más
y me deja luego en paz.
Ya.

Qué esperan del hombre inferior,
qué esperan del hombre común
que no sabe del amor.
Si sólo somos espejismos
resumen en efervescencia,
besos prohibidos a la puerta del sol.
Qué esperan, pues, de una sombrilla
con colores de pesadilla.
Fuera de mí
y no miren para atrás.
Fuera de aquí
y no miren para mí.
Más.

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